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Karen McGlathery: “Soy optimista. Podemos reconstruir la vida marina”
La siembra de praderas marinas puede ayudar a recuperar esto espacios claves en la biodiversidad marina y la economía azul.
Como espejo de los prados terrestres, bajo el mar también encontramos espacios verdes que ofrecen protección a varias especies y son pulmones del planeta. Son las praderas marinas. Unos ecosistemas actualmente dañados, pues “en los últimos cien años hemos perdido el 20% de las praderas marinas del planeta”. Karen McGlathery, directora del Environmental Resilience Institute de la Universidad de Virginia (EE.UU.) y responsable del proyecto de investigación ecológica de la Reserva de la Costa de Virginia, lleva los últimos 20 años dedicada a que esto no se siga sucediendo. Y lo está consiguiendo. McGlathery y su equipo llevan a cabo el principal proyecto del mundo en recuperación de praderas marinas en la costa atlántica de Estados Unidos, en Virginia.
La importancia de las praderas marinas
Estos pastos marinos son claves, por diferentes razones, en la recuperación de los océanos: “secuestran dióxido de carbono de la atmosfera y lo almacenan en el suelo durante décadas -incluso cientos de años-, mejoran la calidad del agua, mejoran la biodiversidad, sirven como amortiguador de las olas reduciendo su potencia y ayudan a estabilizar los sedimentos”. Motivos de peso que ha ofrecido McGlathery en una ponencia en la que ha repasado el éxito del proyecto de recuperación de estos espacios en la costa de Virginia.
Virginia sufrió una devastadora tormenta en la década de los 30 del siglo pasado que provocó el éxodo de la comunidad que vivía en una de las islas cercanas a esta costa de Estados Unidos. Los efectos se hicieron notar no solo en los ámbitos económicos y social (con la destrucción de una industria pesquera importante y la desaparición de comunidades locales), sino también a nivel medioambiental con la destrucción de sus praderas marinas, debilitadas ya por una enfermedad endémica.
La investigadora norteamericana está a cargo del proyecto de recuperación de estas praderas marinas, un proyecto que ha demostrado que la esperanza es posible. “Soy optimista. Podemos reconstruir la vida marina”. Lo que permite a McGlathery esta afirmación son los resultados de la siembra de semillas que ha estado llevando a cabo - “con la imprescindible colaboración de voluntarios de la comunidad local”- en los últimos 20 años: “llevamos 200 hectáreas sembradas con 75 millones de semillas”. Una acción que ha mejorado la calidad del agua, ha reducido el impacto de las corrientes y es una de las mejores soluciones naturales para mitigar el cambio climático llevada a cabo con un profundo respeto por el entorno, como ha explicado Karen McGlathery: “No tocamos el fondo del mar, no molestamos la vida marina. Lo único que hemos hecho es ayudar a la madre naturaleza sembrando las semillas que luego se han extendido”.
Las semillas se recolectan para que no las consuman los cangrejos y otros animales del suelo marino para más tarde salir al mar sembrarlas. El resto, a cargo del ciclo de la vida. Las semillas no flotan, se sumergen, pero el 50% del tallo es aire y puede flotar, con lo que cuando caen las nuevas semillas lo hacen a lo largo del territorio expandiendo la pradera y ofreciendo ese color verde que destaca en las aguas de muchas zonas costeras. Piensen en ello la próxima vez que desde un acantilado observen ese color. Bajo esas aguas les saludan las únicas plantas marinas que florecen y producen semillas. Semillas de futuro.