Encuentro de los mares

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Comer con Ángel León navegando por el Guadalquivir

 

El chef del triestrellado Aponiente lidera una comida única en un crucero surcando las aguas del Guadalquivir. El viento de poniente sirve de banda sonora.

Una decena de mesa redondas dispuestas en el piso inferior del crucero Luna de Sevilla acogían la primera comida del III Encuentro de los Mares, una de las más especiales. Lo era por continente, mentado; por recorrido, surcando las aguas del Guadalquivir de Sevilla a Sanlúcar de Barrameda, y por contenido, un menú creado a seis manos por tres de los restauradores más respetados de Cádiz: Ángel León (Aponiente, El Puerto de Santa María),  Fernando Hermoso (Casa Bigote, Sanlúcar de Barrameda) y Alejandro Gori (El Faro, El Puerto de Santa María). Cádiz en gusto, olfato y vista.

 

Los paisajes en movimiento del Coto de Doñana, a la derecha, y las marismas de Trebujena, a la izquierda, ponían los escenarios laterales. En el centro, los platos que la tríada había preparado. Para empezar, claro, langostinos de Sanlúcar, ”que se pelan así y se agarran por los bigotes”, proclamaba Fernando Bigotes, “toda una institución en el mundo del langostino”, señalaba Léon, quien ejercía a su vez de maestro de ceremonias maridando platos con conversaciones y bromas. También esto es Cádiz.

 

De el “Bigotes” era también el segundo snack, el huevo de choco, otro clásico de la casa, antes de que Gori cogiera el testigo para seguir demostrando por dónde se circulaba: tortillita de camarones y dorada a la gaditana. El Coto brillaba cada vez más. Ángel León, que había vuelto a la minúscula cocina del barco, salía ahora con viento de poniente, el que acompañaba a la embarcación en su recorrido. Y con poniente y desde Aponiente completaba el menú con sus tacos de morena y papas con chocos.

 

La comida, que no contaba con hilo sonoro (hubiera sido “Como el agua”, de Camarón) acababa con los postres y el maridaje propuesto por S. Pellegrino y Acqua Panna, Mahou-San Miguel y González Byass, quien ponía los vinos. Entre estos, claro, una manzanilla, “la novia del langostino”, lanzaba el Bigotes. En esta unión había habido muchos y privilegiados testigos.

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