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Carlos Duarte: “El consumo de algas no es una opción, es un imperativo para una sociedad global sostenible”

Carla Vidal

 

Carlos Duarte, catedrático de Ciencias del Mar de la Universidad King Abdullah de Arabia Saudí y nombrado director científico de Encuentro de los Mares, ha puesto de relieve los importantes beneficios que genera el cultivo de algas, tanto a nivel económico y medio ambiental como de desarrollo social.

Empezaba Duarte su ponencia trasladándonos a hace 160 millones de años atrás para entender por qué el consumo de algas ha sido clave en la historia de la humanidad. En La cueva de Blombos, justo frente al mar de la costa sudafricana, se encuentran los primeros vestigios de humanos modernos. ¿Casualidad? No. El imponente bosque de algas marinas que se encuentra bajo las aguas de esa costa proporcionó a nuestros ancestros un alimento rico en Omega 3 que les permitió el crecimiento de su capacidad cognitiva. Pero con el paso del tiempo en Occidente -que no en Oriente- se perdió ese vínculo alimenticio con los bosques marinos. “Es momento de recuperarlo”, sentencia el profesor. 

Los motivos son varios y Carlos Duarte los ha desgranado asegurando que son tantos los beneficios que supone el cultivo de algas que “casi, casi es demasiado bueno para ser realidad.”. Con una extensión global actual de 7’5 millones de km2 de bosques marinos (una superficie igual al Amazonia) estas reservas verdes subacuáticas nos aseguran “unos niveles de producción de oxígeno y captura de carbono de los más intensos del planeta”. Además, los bosques marinos son un refugio frente a la acidificación de los océanos, un fomento de la diversidad y mejoran la calidad del agua, ya que retiran nitrógeno y fósforo. En definitiva y en palabras del mismo Duarte, “un oasis frente al cambio climático”. 

El futuro, según el científico, pasa por aumentar esa superficie con la creación de granjas de algas. Actualmente, “hay 2.000 km2 de granjas a escala global -el 95% de las cuales se encuentra en Asia- pero calculamos que el máximo al que podemos llegar para mantener un cultivo sostenible es de 3-4 millones de km2”. “Aún queda mucho recorrido”, sonríe Duarte. Unas cifras que, de conseguirse hacia el 2150, implicarían “la creación de 50 millones de toneladas de alimentación marina, 1.250 millones de megawatios hora en forma de biocombustibles y podrían secuestrar hasta 300 millones de toneladas de CO2 en los sedimentos bajo las granjas”. Además, “la gran diversidad genética que existe entre los diferentes tipos de algas permite una gran diversidad de opciones en sus aplicaciones en sectores como la alimentación, biocombustibles, bioplásticos, aplicaciones biomédicas…” 

A estos beneficios se le añade el hecho de que el aumento de los cultivos en el mar daría aire a la tierra porque “se evitarían extracciones de agua dulce, no se consumiría más suelo agrícola ni implicaría el uso de fertilizantes, pesticidas, etc.”, apostilla Carlos Duarte. Las algas incluso tendrían un papel en la reducción de emisiones de metano porque se ha demostrado que con “un 0.1% de macroalgas rojas presentes en el pienso del ganado se reducen las emisiones de metano en un 80% sin afectar al bienestar animal o la calidad de sus productos”. 

Es a partir de estos datos que el catedrático de la Universidad King Abdullah se permite asegurar que “el consumo de algas no es una opción, es un imperativo para una sociedad global sostenible”, con lo cual es tarea de Occidente incrementar el consumo de algas (actualmente 1.000 veces menor que el consumo de 10 gramos diarios por persona y día que se da en Japón). Terminaba su ponencia sobre “El papel de los cultivos de agua en un futuro sostenible” Duarte con un consejo para que aportemos nuestro granito a todo ello: “implementar las algas en nuestras mesas”. 

 

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